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18/11/10

ARTISTAS Y ARTE / PERSONAS Y MONSTRUOS - (nociones de espejos) en base a un concepto.

Quizá una vez aquel tipo empezó este poema:

...bajadas a infiernos 
que no purifican
y no sobrevivir 
ni siquiera 
a tu propia persona-ficción

¿dónde naciste, fantasma;
desde qué otro planeta
cruzaba este túnel mi espejo,
mi alma torcida
sin llamas, ni espectros de luces,
ni sombras, ni verbos, ni voz,
ni calor?

Nunca sabré explicar cómo, pero estas personas a veces escapan de sus espejos y dejan su imagen confinada, obligada a vivir el simulacro de su propio círculo vicioso mental.
No hace más de dos años, aquel joven profesor sufría la propia inclemencia demencial de sus atolladeros laborales, emocionales, vitales en general, dentro de la cama, debajo de sus sábanas, en una desvencijada habitación de hotel mientras dormía junto a Beatriz, una becaria que había conocido a lo largo del último curso entre departamentos y reuniones del personal docente del centro.
Sin más, en medio de la noche, había pasado del momentáneo receso de felicidad producido por aquel pequeño viaje a una ciudad de otro país, del fugaz intervalo ocioso post-coital a un estado anímicamente lúgubre, egresado de su propio estómago, cocinado a fuego lento en los parduzcos recovecos camuflados que hay detrás de los párpados, al lado del alma o así.
Después de quedar inerme, incapaz, aquello se separó de él sin cuidado, incorporándose rápidamente, como activado por un resorte o interruptor que lo encendiera  mientras del otro lado, después de un chispazo, a la vez que se alejaba de su lado, de dentro, quedaba todo simplemente en off, en stand by, modo contemplativo al más riguroso estilo ascético-nihilista.
Aquello -¿no era él mismo?-. Aquello estaba en el espejo. En el espejo, aquello estaba frente a él, y frente a él estaba la cama, también, y la mirada de aquello lo atravesaba, y llegaba hasta la cama. Lo miró mirarla y alejarse lentamente, acercándose a ella. Dentro del espejo, o simplemente al otro lado de su lado, aquello volvía junto a la cama, levantaba lentamente las sábanas, se dejaba caer en el colchón, justo donde estaba...
De su lado, en la cama, se veía en el espejo, mirando al otro lado, buscando aquello. No tardó demasiado en percatarse de que aquello estaba lejos, donde el espacio no es cerrado, junto a Beatriz. Tampoco tardó en descubrir qué había pasado. Al llegar la mañana, a la hora de salir hacia la estación -o el aeropuerto, o hacia el coche, que quizá estaba aparcado delante del hotel-, aquello ya no estaba, ni Beatriz. Por alguna razón que no pudo explicarse había decidido quedarse a esperar que volviera lo que al principio creyó que era sólo su reflejo. Tan sólo se le había escapado ese pequeño concepto.

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