Datos personales

31/10/10

1918 - 1920

You promised that after winter
You’ll come to pick me up
To drive all around Europe
Like the old days, dressed in white

I’ve noticed by your handwriting
That you started drinking again
Reminded me of those years
Back then it was never too late

The spring time breeze
The winter haze
Green apple pies and stomach aches
We slept together for a thousand days
In a row

The echoes of your letter
Don’t get to fill this room
There are words that get me better
There are words that hurt like hell

The spring time breeze
The winter haze
Green apple pies and stomach aches
We slept together for a thousand days
In a row

Sometimes seems that you forgot…

The spring time breeze
The winter haze
Green apple pies and stomach aches
We slept together for a thousand days
In a row

Wild Honey

http://wildhoney.bandcamp.com/track/1918-1920 

28/10/10

Y conmigo los monstruos

He dejado contigo:
La pura idea
La primera palabra
El primer esbozo
Aquella mirada
Pero de antes que se cruzaran
Lo que viste y estaba ahí
Todo lo que no sabías
Antes de esto que ahora digo.

Quédate
Del mero estudio introductorio
Y del análisis comparativo
Y de los tecnicismos
Alusiones
Citas
Conceptos
Digresiones
Ni siquiera lo ingenioso
Del Approach
Apenas quédate
Pero mi nombre y número
Y a esos los dejas,
Si quieres llama,
Pero déjalos

Conmigo será más fácil
Y apenas sin palabras

26/10/10

Estaciones sin trenes (I)


A Carlos

Alfiórov lanzó un ruidoso suspiro,
difundiendo el cálido y pasado hedor propio
de un hombre entrado en años y que no goza de
mucha salud. Este hedor produce tristeza.
Vladimir Nabokov, Mashenka.

Después de otro verano
De repente es antes
Más oscuro
Pero igual
Cada día igual

¿Es esto?
¿Alguna vez fue esto?

Pero igual
Cada día es más oscuro
De repente
Igual que antes
Del verano

20/10/10

Costabravísimo, sueco y de otro siglo (2)

SIGLO XVIII, ROCOCÓ Y TURISTAS SUECAS
DE PASEO POR LA COSTA BRAVA

EL AMOR MARIPOSA

Viendo el Amor un día
Que mil lindas zagalas
Huían de él medrosas
Por mirarle con armas,
Dicen que, de picado,
Les juró venganza,
Y una burla les hizo,
Como suya, extremada.
     Tornóse en mariposa,
Los bracitos en alas,
Y los pies ternezuelos
En patitas doradas.
     ¡Oh! ¡Qué bien que parece!
¡Oh! ¡Qué suelto que vaga,
Y ante el sol hace alarde
De su púrpura y nácar!
     Ya en el valle se pierde,
Ya en una flor se para,
Ya otra besa festivo,
Y otra ronda y halaga.
     Las zagalas, al verle,
Por sus vuelos y gracia
Mariposa le juzgan,
Y en seguirle no tardan.
     Una a cogerle llega,
Y él la burla y se escapa;
Otra en pos va corriendo,
Y otra simple le llama,
     Despertando el bullicio
De tan loca algazara
En sus pechos incautos
La ternura más grata.
     Ya que juntas las mira
Dando alegres risadas
Súbito  Amor se muestra,
Y a todas las abrasa.
     Mas las alas ligeras
En los hombros por gala
Se guardó el fementido,
Y así a todos alcanza.
     También de mariposa
Le quedó la inconstancia:
Llega, hiere, y de un pecho
A herir otro se pasa.

Juan Meléndez Valdés

Costabravísimo, sueco y de otro siglo (1)

SIGLO XVIII, ROCOCÓ Y TURISTAS SUECAS
DE PASEO POR LA COSTA BRAVA

ANACREÓNTICA

¿Quién es aquél que baja
Por aquella colina,
La botella en la mano,
En el rostro la risa,
De pámpanos y hiedra
La cabeza ceñida,
Cercado de zagales,
Rodeado de ninfas,
Que al son de los panderos
Dan voces de alegría,
Celebran sus hazañas,
Aplauden su venida?
Sin duda será Baco,
El padre de las viñas.
Pues no, que es el poeta
Autor de esta letrilla.

José de Cadalso

15/10/10

Las cosas donde siempre (1)

Una vez más se pregunta, sin saber por qué, por qué se pregunta todas las dudas de otro, y yo no contesto, ni lo haré, porque mis respuestas se las ha llevado él y están ahí fuera del espejo.

Y las cosas donde siempre, después de llegar a casa, como antes de salir. El hueco vacío, eso que llamamos pasillo, entre la cocina y el salón. El living a oscuras, esperando a nadie, un libro en la mesita de café, esos trastos ahí en medio, un par de cables que jamás quisieron colgar así, tan desnudos, en lugar de una bombilla, cada vez más lejos del techo, como si la lámpara en verdad estuviera ahí con todo su peso. Jamás pondremos esa bombilla en el pasillo.

Hemos sacado la basura. Hay que guardar la vajilla limpia, hay que poner un sofrito, hay que recoger la ropa seca, doblarla, llevarla al cajón, al armario, debería ordenar el escritorio. El picaporte de la puerta del baño. Tiro de la cisterna. El picaporte de la puerta del baño. Lavarse las manos en el fregadero, en la cocina, soy más de cocina, como en las pelis americanas. Algo de pasta y comer en la cocina. Ni siquiera hay carne picada. Habrá tomate. Hay. Tengo un almuerzo. Por ahora no estoy cansado. Luego habrá que ir a comprar. El salón no se ha limpiado esta semana. Hay ropa de Elisa en el sofá, unos zapatos de Marcos sobre la alfombra, un periódico en la mesa. Traigo el libro de la mesita de café, me siento junto a la rebeca, abro el libro, aparto un poco los zapatos con los pies descalzos, nadie va a leer nunca en el living porque la luz está en el medio del salón, la lámpara, y las ventanas, y los mandos de la televisión. Se oye la cerradura de la puerta de casa y dejo un dedo separando las páginas. Carlos ha vuelto del trabajo.

11/10/10

sobre ciertas damas y los consiguientes llorones itinerantes I

labios sabios bellos perdedores

tierra natal
esperas hombres pero
sólo encuentras hijos
críos
a los que amamantar
tan sólo con palabras
dulces
chucherías
masticadas ya
más de una vez y dos
por otros
los demás 
el resto
que ni a ellos reconfortan
de saber que son las mismas
las caricias
las posturas ensayadas
en colchones
con los moldes
de otros que vinieron antes
del último
y el próximo
por hoy
o hasta mañana

sólo te preguntas
si alguno crecerá
pero acaso los dejarás llorar...

10/10/10

esperar con Anton Karas

y si no te convence puedes probar a odiarte a ti mismo por simple entretenimiento, como un ejercicio leve pero diario para no perder el tono por desidia. porque después de deliberar en los salones forrados de rojo bermellón que se esconden ahí dentro en algún rincón de tu conciencia opaca y áspera lo has decidido, alguien tiene, debe encargarse de hacerlo a menos que... pero sabes que a menos nada, eres tú o nadie, pero nunca nadie...

 the third man theme
http://open.spotify.com/track/70UKZEvglnqK8Na5BXZxFa 

http://youtu.be/_pV6zRGeeGM 

2/10/10

SAGA

http://zonaliteratura.com.ar/?page_id=895

A Don Eduardo Barrena Cassá

Desde que descolgué para llamar, ya desde entonces supe que iba a estar ahí, agazapado, como esperándome, el monstruo. Entonces fue sólo como un sonido áspero y turbio que habló antes de que tú respondieras al otro lado. Lo reconocí porque ya había oído ese raspar como de dientes forrados o mordiendo tela antes, o eso me pareció. Luego tu voz como si ya hubiésemos empezado a hablar, un hueco vacío donde el ¿diga? y tus palabras por aquí todo sigue igual, bien, apenas tengo tiempo últimamente, estamos pensando en un viaje, quizá en las próximas vacaciones, Lorena está bien, como siempre, tú sabes cómo es ella, si te corre prisa podemos quedar antes, pero hasta la semana que viene voy a estar muy ocupado con el trabajo y todo lo demás, termino el miércoles, de todas formas...

Pero da igual, porque entre el jueves y el viernes vas a tener que arreglarlo todo para el viaje, así que casi mejor el miércoles, recién salgas del trabajo, y tener al menos el tiempo de un café aunque sea muy justo. Y va a parecerme bien, porque de otro modo no nos vemos, así que vale, que me parece bien, el miércoles, por cierto, a qué hora sales, te espero abajo y ya hablamos, saluda a Lorena de mi parte. No te olvides de eso..., de acuerdo, a las doce. Y con sólo este raquítico y diplomático intercambio de información creo que ya hemos agotado todo lo que podríamos contarnos de estos últimos meses, como ocurre más de una vez con cualquiera que haya sido amigo o incluso mejor amigo pero ya no. Por lo menos no he tenido tiempo de comentar nada del tiempo y con eso tengo algo con lo que empezar el miércoles.

Lorena está bien, como siempre. Como siempre menos cuando aquello, hace tres o cuatro meses. Desde que pasó ya no ha tenido más problemas, yo sé que está bien. Eso es la Divina Comedia de Dante Alighieri.

No nos vemos desde entonces, desde que Lorena estuvo tan enferma. A veces la odio sólo por eso, desde que se puso enferma. No es que le quiera ningún mal, al contrario, me alegro de que vuelva a ser la de antes. Pero es que sé que sólo ella cae de esa forma enferma, tan grave, un diagnóstico tan feo y ni los médicos saber cómo, ni por qué, sólo que está muy mal y hay muy poco que hacer, esperar, y casi me obligaron a rezar como mejor tratamiento para su convalecencia. Pero de todos modos sólo ella enferma en aquel momento, y de aquella manera. No antes o un poquito más tarde.

Me acuerdo que la última vez que nos vimos fue en el hospital, aquellos días, con Lorena dormida en la cama, entre nosotros dos, como queriendo significarlo todo. Hacíamos como que la atendíamos, pero ella estaba dormida, así que no había nadie a quien atender. También hacíamos como los que hablábamos, aunque apenas si sentíamos que como mucho tendríamos no más de cuatro palabras que decirnos. Ni siquiera lo hicimos cuando la enfermera se asomó, que nos limitamos a dirigirle el gesto de silencio y a susurrarle que estaba dormida.

La verdad es que yo casi no me atreví a mirarte. Y fue un alivio cuando al fin se despertó, poder hablar con ella, y más aún cuando dijiste que te marchabas, que te alegrabas de verme y como si nada largaste que deberíamos vernos más a menudo y salir de vez en cuando juntos, cuando Lorena mejorase, y que bueno, hasta otra. Le diste un beso hasta la noche a Lorena, que estaba pálida y se sentía muy débil, y luego todo aquel malestar de silencio cuando no debe haberlo desapareció pronto y no le di mayor importancia. Al fin y al cabo el camino de nuestra amistad hacía ya tiempo que se bifurcó, y ahora es más que una amistad de lejos, es paralela y tiende a infinito. Después pensé que entonces no era tan mala idea lo de vernos y salir de nuevo juntos, como para certificar que definitivamente borrábamos todas las pocas huellas que nos pueden llevar a encontrarnos en un mismo espacio de nuevo con sólo proponernos hacerlo.

Pasé toda la tarde con Lorena, aunque apenas intercambiamos algunas palabras, de todos modos, porque ella estaba muy débil, y yo casi prefería que estuviésemos callados y me estuviese mirando de la forma que me miraba, como comprendiéndolo todo y dándome su comprensión con sólo mirarme, y agradeciéndome que a pesar de todo, y casi riendo -sólo casi-, porque apenas tenía fuerzas, cuando intenté bromear acerca del tema y dándolotodo por zanjado, seguro que reflejando justo lo contrario con la cara y la voz que con las palabras que pronunciaba.

Por eso la idea de volvernos a ver me sobrecoge. Y sabiendo que precisamente me vas a devolver el libro, después de tanto, y que probablemente vayamos a sufrir otro acceso de malestar y de silencio donde no debiera haberlo. Y además está el monstruo, pero como lo oí al teléfono cuando te llamé para quedar he decidido casi de forma involuntaria volcar mis esperanzas en que sólo puede acecharme desde allí, a través del hilo, y porque sé que nadie llama a casa últimamente, y apenas si al móvil, casi siempre de la oficina.

Lo que más me fastidia de haber tenido que romper el trato es el simple hecho de que sólo sea por un libro esta vez, y porque lo del libro es algo que ya incluso había olvidado. Pero de repente se ha convertido en una necesidad. Ahora necesito tener ese libro que te presté hace tanto sólo porque es un motivo tan insignificante, después de haber comprendido que probablemente te odio y todo lo que has hecho, aunque sólo sea por el cómo y no por lo que hiciste en sí.

Lo de Lorena era lógico. Habíamos terminado todavía hacía tan poco, aunque yo no supiera cuando me llamaste para decirme que estaba enferma. De golpe supe incluso por qué habíamos terminado, pero estaba claro que no podía negarme, además de que no quería hacerlo. Por supuesto que ni siquiera se me pasó por la cabeza. Y ahora he recordado lo del libro, que espero que sea como un último escollo para poder dedicarme a sólo cumplir el trato.
Lorena fue Escila y el libro es Caribdis. Pero por fin.

Si tuviera intención de buscar un culpable sé que por fuerza sería Lorena, ella la única, porque además fue ella quien me lo regaló. Pero por eso mismo no quiero echarle culpa a nadie, y porque lo leímos juntos. Digamos que la cosa se ha puesto así y no hemos podido hacer nada más, y punto. Y ahora necesito ese libro para poder olvidarme y simplemente cumplir con mi parte del trato y no volver a tenernos que encontrar en un mismo espacio ya más.

_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _

Son las once y media. He optado por irme a sentar a un banco en cualquier parque, no muy lejos de donde trabajas. Hace sol y aún no mucho calor, a pesar de que estemos en Mayo casi ya Junio, y aquí puedo estar como estaba en casa pero algo más tranquilo. No he ido a la oficina. Cuando amaneció colgué el teléfono de nuevo y me quedé en la cama sólo mirando al techo, al menos mirando al techo pero descansando. Suena el móvil, y aunque sé que el monstruo puede estar ahí, no sé por qué, como toda la semana, es un alivio saber que ahora has llamado tú, aunque sólo seas tú, porque es tu número, y no la duda de la noche en el teléfono de casa, que sólo respondió como un gorjeo, como una sartén cuando arde el aceite con algún refrito, y a la vez el raspar de dientes sobre la tela, y colgaba y volvía a sonar, y apenas levantaba el auricular de nuevo estaban allí el raspar y aquel sonido como sólo ruido, interferencia, borbotante, y apenas colgaba otra vez llamaba, y tuve que dejarlo descolgado y bajo la almohada y lejos, pero sabiendo que estaba allí y volvía como las olas como las ondas de radio, el ruido, el borboteo y el áspero raspar de dientes, succionando toda mi atención toda la noche. Pero ahora no es más que tu número, escrito en la pantalla del móvil, y ya sólo queda un rato para que pueda llevarme el libro, y todo esto habrá terminado, aunque tenga todavía que soportar el malestar y los silencios que me tengas preparados, y la eternidad sostenida en tres o cuatro sorbos que me dure el café. Pero sólo hay
silencio y luego las olas, el mar sorbiendo, hasta que tengo que colgar, porque empiezan a raspar los dientes. Entonces recuerdo que es como cuando llamaste para avisarme de Lorena enferma, que también pudiste enviar sólo un mensaje - con sólo eso, "Lorena enferma", hubiera bastado-, pero llamaste, como ahora, y no puedo hablarte porque es el monstruo. Y como entonces llamo, ahora yo, y aunque al principio está sólo el mar, sólo el gorjeo, raspando en mi oído, puedo oírte terminar de hablarme, que ya estás en la cafetería, que has salido antes de lo previsto, que tienes prisa pero todavía dos horas libres – dos horas, aún más que una eternidad, tanto me odias tú también, tanto como es de absurda la razón, un viejo libro de bolsillo comprado en una feria, una tan mala edición de un clásico, pero un gran valor sentimental-. Pero al mediodía cuando entro al bar es ya buena hora para preparar los platos, algo friéndose en la cocina, y como el local está tan vacío suena tan alto, como el mar, como sorbiendo, borboteando, el raspar de la espumadera en la sartén, pero tan alto, casi al lado de mi oído, donde no quiero mirar, sentado a la mesa, porque es más que probable que Caribdis no es el libro.

escrito allá por mayo del año 2003 por un tal José Antonio Gómez Cordero

el plan soviético

hoy he perdido la cuenta
ya no pienso contar más
si vienes en plan soviética otra vez
ya no habrá ninguna más

te has perdido la mejor
de las oportunidades
hasta que no te equivoques no sabrás
de verdad qué es un error
un error
un error

dime que no va a pasar

chu ru, ru ru, rú
pa, pa, pa ra rá (x4)

si no te salen las cuentas
hoy las puedes repasar
he esperado tanto tiempo que en verdad
no me importará esperar
esperar
esperar

esperar un poco más

chu ru, ru ru, rú
pa, pa, pa ra rá (x4)

hoy he perdido la cuenta
ya no pienso contar más
si vienes en plan soviética otra vez
ya no me vuelves a ver

chu ru, ru ru, rú