y si no te convence puedes probar a odiarte a ti mismo por simple entretenimiento, como un ejercicio leve pero diario para no perder el tono por desidia. porque después de deliberar en los salones forrados de rojo bermellón que se esconden ahí dentro en algún rincón de tu conciencia opaca y áspera lo has decidido, alguien tiene, debe encargarse de hacerlo a menos que... pero sabes que a menos nada, eres tú o nadie, pero nunca nadie...
No hay comentarios:
Publicar un comentario